El 86.11% de personas sindicadas por delitos sexuales son hombres (Quíntela, 2019). Esta importante cifra da cuenta del fenómeno del abuso sexual como un delito perpetrado en su extensa mayoría por figuras masculinas, hombres que dejan huellas imborrables en los cuerpos y mentes de sus víctimas, mujeres, hombres y niños.
Después de haber estado sometido a la experiencia traumática del abuso sexual, cometido por un hombre, la representación en esa persona vulnerada, de lo que implica la masculinidad y su comprensión de lo que involucra ser hombre se ve alterada
Cuando se experimenta una situación de abuso ejecutada por una figura masculina, la imagen mental de ese sujeto se modifica absolutamente dando espacio para que las emociones, sensaciones y pensamientos negativos de la misma experiencia, se trasladen a la imagen del abusador. En la mayoría de las situaciones esta distorsión se traslada de manera general a todas las personas que guarden relación física o de estatus con el agresor.
Es allí cuando las personas que han sido víctimas de abuso sexual empiezan a proyectar su resentimiento, temor, angustia y demás emociones derivadas del abuso, en todo aquel que se le asemeje a su abusador, y como ya sabemos por estadísticas mundiales y nacionales, es sobre la masculinidad sobre la que recae este peso llevando a la víctima a desarrollar un vínculo disfuncional con su entorno.
Es frecuente encontrar casos en los que víctimas de abuso desarrollan una temor profundo y arraigado a diferentes personas y situaciones, pero el caso de la deformación del rol masculino resulta especialmente traumático ya que es muy poco probable habitar en un espacio libre de figuras masculinas, o donde no sea necesario el vínculo directo con algún hombre, de ahí lo problemático de este fenómeno.
En la mayoría de los casos la única forma de superar esta deformación y procesar la experiencia traumática de manera saludable y exitosa es por medio de procesos psicoterapéuticos que le permitan a la víctima resignificar su experiencia y lograr una comprensión plena del fenómeno del abuso sexual, como un evento particular, perpetrado por un sujeto independiente en su proceder, que no refleja el común denominador del sector poblacional al que pertenece.