El abuso de niños nunca es un tema fácil de discutir. Y cuando nos enfrentamos al hecho de que las mujeres pueden ser abusadoras, se vuelve exponencialmente más difícil. De alguna manera, es un tabú supremo, algo “prohibido o restringido por las costumbres sociales”. El problema de no enfrentar sujetos tabú como las perpetradoras es que el abuso puede persistir y la vergüenza y la culpa de las víctimas se vuelven más corrosivas.
La Fundación Paula Cristina existe para brindar apoyo a los niños y adultos sobrevivientes de cualquier tipo de abuso infantil. A lo largo de los años, hemos tenido miles de víctimas masculinas y femeninas que se han puesto en contacto con nosotros para hablar sobre su trauma infantil. Y sí, no es raro que la gente hable de que las mujeres son las abusadoras; Su madre, Madrastra, Hermana, Abuela, Maestra o trabajadora de cuidados, Prima, Cuidador de niños. Sabemos que el abuso ocurre donde el poder se encuentra con la vulnerabilidad, y tanto los hombres como las mujeres que abusan tienen al menos una cosa en común: la capacidad de encontrar niños vulnerables y explotarlos.
Entonces, ¿hay alguna diferencia en los tipos de abuso perpetrado por mujeres, en comparación con los abusadores masculinos? Es difícil obtener cifras exactas: se trata de un delito que no se denuncia ni se registra en gran medida. El abuso más común perpetrado por una mujer que escuchamos de las víctimas y sobrevivientes es el abuso narcisista por parte de madres que habitualmente priorizan sus deseos (emocionales) sobre las necesidades de un niño. El siguiente más denunciado es el abuso emocional y la negligencia, seguido de cerca por el abuso físico, y los perpetradores suelen ser la madre y la madrastra. El abuso sexual también es mencionado por víctimas masculinas y femeninas, siendo los perpetradores la madre, hermana o amiga.
Los efectos del abuso perpetrado por una mujer se multiplican significativamente cuando el abusador es la madre. La respuesta instintiva de muchas personas y quizás de la sociedad en general es pensar en las madres como cuidadoras protectoras y protectoras por naturaleza. Estos estereotipos de género son dañinos y silencian, lo que dificulta que las víctimas y sobrevivientes de abuso lo revelen. La confusión y los sentimientos de repulsión al considerar a las mujeres abusadoras es una razón muy fuerte por la que se trata de un delito tan poco denunciado. A menudo escuchamos a los sobrevivientes en la Fundación Paula Cristina que “nadie me creerá … ella era mi madre”.
Además, ser abusado sexualmente por una mujer puede causar sentimientos muy confusos e inmensa vergüenza. Escuchamos de madres que perpetraron abuso sexual y personas que llaman, hombres y mujeres, queriendo que validemos si realmente fue abuso. Esto se debe a que las tácticas utilizadas por las delincuentes femeninas están diseñadas para encajar dentro de los estereotipos: decir cosas como ‘veamos qué tan desarrollada estás’, usar la excusa de problemas de salud o degradar sexualmente a los niños al exigir desnudez en el hogar. Las víctimas masculinas de abusadoras también informan sentimientos de mayor confusión: escuchar mensajes como ‘niño afortunado’ de sus compañeros e incluso de adultos cuando revelan, afianzar los mensajes que dieron sus abusadores, especialmente porque cualquier reacción física se puede tergiversar más fácilmente como consentimiento.